Cuando llega el momento de decidir en qué nos convertiremos de mayores, a menudo suele ocurrir, que no tenemos claro qué camino deseamos escoger. A menudo, ambicionamos convertirnos en algo, pero nada resulta lo suficientemente interesante, nada parece atraernos por encima de lo demás. Esta duda alcanza su punto crítico al terminar la escuela, más o menos a los dieciocho años, cuando en función de nuestra organización social, ha llegado el momento de iniciar otros estudios o ir a trabajar. A los humanos, se nos ocurre en numerosas ocasiones gastar nuestras fuerzas, intentando ser lo que no somos, en lugar de buscar en nuestro interior, cuál es nuestra misión, nuestra vocación en esta vida. Ya que por lejana que nos parezca, todos tenemos una vocación, que responde a nuestras auténticas necesidades de desarrollo y evolución. A un árbol de manzanas no se le ocurre ser otra cosa, no hace ningún esfuerzo por darnos almendras, aunque se vendan a mejor precio.